Sabe a Yogur.

Sabe a Yogur.


¿Qué es amar?

¿Qué es querer?

¿Qué es sentir?

¿Qué es el amor?

Sabe a yogur

¿Lo has probado ya tú?

¿Es que no te gustó?

¿Ya no va junto a ti?

¿Ya no quieres que esté?

¿O no sabes donde está?


Lo hice, lo destapé. Su intenso y afrutado aroma se recrea amistosamente alrededor de mi poco estilosa pero pronunciada nariz hasta introducirse suave y calidamente llenando por completo mis hoquedades que se deleitan con un leve aleteo mientras aspiro ese aire perfumando. Mis ojos miran fijamente ese color, brillante y apagado, pastel y neón que espera ser devorado. Su luz parpadea y mi vista se nubla de gozo al acercarse el momento.  No puedo resistirme y mi meñique roza suavemente su textura deliciosamente suave, cremosa, sin deshacer su figura, ahora llevo su olor en mi piel. El silencio es mi aliado en este momento de placer. Mi lengua está preparada para esa explosión de sabor, mis sentidos, todos van a disfrutar de este momento, cojo el instrumento adecuado y lo pruebo. Su sabor llena por completo mi boca que se vuelve agua, un manantial, una catarata que fluye hacia el mar. Lo hago, una y otra vez. Cuando todo llega a su fin, cuando el éxtasis invade el lugar, entonces trago y guardo en mi recuerdo esos momentos. Empiezo a planear la próxima vez, la próxima vez que me coma un yogur natural azucarado.


Sonando: «L.O.V.E.» (Nat King Cole) Versión de Joss Stone

Sabor de este freyisuisse:  Yogur natural azucarado y una pizca de jengibre.

La ducha.

La Ducha:

La ducha es ese momento del día en que un millón de sensaciones te recorren el cuerpo. Te relajas. Sientes sobre tu piel el tintineo musical del agua al rozarte, y sus caricias templadas te hacen estremecer. Sol@ en mitad de tu ducha desnudo en cuerpo y alma te desligas de la luz del día o del anochecer por 10, 15, 20 minutos, o quizá 1 o 2 horas. Tus pelitos se erizan mientras se estiran los deditos de tus pies, el jabón frío por tu cuerpo hace que desees ese agua que cae en cascada por tu figura. Las heridas duelen menos en la ducha y la musicalidad del agua nos vuelve tenores y sopranos. Antes de entrar sientes el rubor al desnudarte, en soledad, ante ti mism@. Tu ropa se desliza hacia el suelo mientras comienzas a regular la temperatura del agua para sentirte un Dios por un rato. Cuando el agua está a tu gusto entras sin dilación y piensas en lo a gusto que se está, en que no saldrías nunca, acaricias tus brazos, tu barriga, tu pelo; lo cubres con champú, con gel, ni siquiera el que te entre un poco en los ojos puede estropear ese momento. Tu voz se aclara y te has levantado alegre, tus mejores canciones recorren tu garganta hasta tu boca y exhalas ese vapor transformado en música. Ese olor rico de la espuma de jabón que se desliza hacia el desagüe. No necesitas motivo alguno para darte un ducha que te llene el espíritu. Sí te sientes mal, ve y allí renace cual ave fénix.

Sonando: «O sole mio»

Sabor de este freyisuisse: Nata y fresas.