Un corazón en llamas sobre cenizas:
De cómo le conocí hasta hoy.
Capitulo I: Primeros momentos.
Poesía es un conjunto de palabras que salen del alma cuando menos te lo esperas, es un cúmulo de sentimientos, un describir momentos, un sentido activado de repente, el gusto, el olfato, el oído, el tacto, la vista. La visión de un olor que sabe a música. La tormenta de un ser que se desvanece en el mar en mitad de un anochecer tan rojo como la sangre de un corazón enamorado. La poesía es un antes, un durante y un después.
Mi historia, la que hoy voy a contar, es pura poesía, nacida de un corazón en llamas cuando aún era cenizas. No creáis que es imposible arder sobre cenizas, aunque no lo parezca no hay nada imposible, bueno si, algo sí, que esta historia se termine. Pero ya entenderéis el porqué, no es momento ahora para esos desvelos.
Lo común nos hace accesibles a los demás. Él y yo teníamos algunas cosas en común aunque menos de las que quizá nos gustaría. O quizá no, las diferencias nos hacen seres únicos, algo que en una sociedad en busca del estereotipo perfecto no abunda. En el mundo había algo que nos unía y que en aquella época aún era bien apreciado por los dos. En el mundo había algo en lo que los dos pensábamos, para lo que los dos trabajábamos, en definitiva, algo a lo que los dos dedicábamos nuestro tesoro más preciado, el tiempo. Él y yo teníamos una afición común gracias a la que mantuvimos nuestros primeros contactos. Simples saludos o ironías sin importancia ya que las mayores ironías nos las jugaría la propia vida, ya lo iréis viendo. Internet nos brindó la oportunidad que el azar nos negó. Quince años en la misma ciudad son muchos para no habernos cruzado ninguna vez. Esa iba a ser la primera de las tantas ironías que la vida nos ha puesto sobre la mesa. Nunca nos habíamos visto, ni cruzado, en quince años que sarcástico resulta el destino cuando quiere. Y a la vez que bello al reunirnos en un lugar mucho más grande, extenso y amplio que una ciudad, como es la red internauta. Él y yo nos conocimos en Internet, sí, allí fue.
Y como si de un simple juego de naves espaciales se tratara, como si pilotásemos una nave colonizadora en busca de un hueco en un sistema solar de una galaxia perdida en lo más recóndito de un universo cualquiera, comenzamos a volar juntos en conversaciones eternas hasta las madrugadas. Conversaciones de todo y de nada, conversaciones de bar y de embajada, conversaciones declarando intenciones y firmando treguas a algunas discusiones. Conversaciones entre los dos y con más gente. Hablando de la universidad y de la vida, hablando del universo, de los compañeros, de las alianzas y demás cosas de un juego que nos lleno por bastante tiempo. Una de esas charlas es hoy otra curiosa ironía, que nos regalo nuestro sentido del humor, cuando yo aún bebía los vientos a otro chico de mi edad, cuando en aquel universo en el que los dos intercambiábamos a menudo respuestas del trivial, acordamos que nos casaríamos. Espero que se acuerde, de cómo nos reíamos cuando preparábamos la boda delante de todos, eligiendo los invitados y demás, observando como toda la gente se lo tomaba en serio y como se quedaron cuando vieron que solo era un chiste nuestro. Espero que se acuerde de esos privados entre lágrimas por las carcajadas que suponía aquella mentirijilla propia de “Inocente, Inocente”.
Tardes de amenas palabras a la salida de la facultad, de planes y estrategias para un juego ya olvidado. Es difícil saber cuando sucedió pero pasó, nos hicimos muy amigos, y de entre tantas personas que había a mi alrededor, me guarde dos confidentes, Él y el Rey, pero del Rey ya hablaré más adelante. Y siendo mi confidente descubrió mi ocupado corazón, no se qué pudo llegar a pensar, ni cuánto daño le pude hacer, sólo se que al final la táctica del hombro amigo le funcionó. Estuvo a mi lado cuando me reía y cuando lloraba, sin dar a entender nada de su interior. Olvidándose de sus sentimientos sólo para mí, para que no sufriera yo. Se preocupaba tanto por mí sin que yo lo supiera, buscaba las palabras adecuadas para hacerme sentir bien, con Él a su lado, como amigo, como confidente, nada parecía un problema… todo parecían buenos momentos.
Y a pesar de todas esas risas que hoy guardo en cajitas de recuerdos, no todo iba a ser bonito ni gracioso a nuestro alrededor. Una noche, entre lágrimas de tristeza, escuché su voz por primera vez. Una voz que hoy puedo escuchar todos los días al levantarme y al acostarme, una voz que siempre dice más lo que piensa que lo que siente, una voz que siempre siente más de lo que dice. Una voz que sentencia cuando habla y resume con silencios. Una voz que arropa y consuela si lo necesitas y es veloz hacha cuando necesitas defensa. Una voz llena de matices, uno por cada película que sus ojos han visto. Una voz llena de conocimientos, uno por cada libro que sus ojos han leído. Una voz para el deseo. Una voz. Así es Él. Y así se mostró ese día para mí con su hombro, en la lejanía, donde yo poder llorar la llegada de unas cenizas al corazón, la amargura de un corazón roto. Y aún sin conocer una mirada de sus ojos la herida fue sanando. Y así, mientras, continuamos nuestras charlas algún tiempo.
Continuará…
Sonando: «Fly me to the moon»versión de Utada Hikaru
Sabor de este Freyissuise: Stracciatella con galletas.